lunes, 5 de octubre de 2009

El menor de dos males

Ese es el dilema que se me ha planteado esta mañana con la cafetera nueva de la oficina. Hay muy pocas cosas en esta vida en la que me considero un gourmet, pero en dos de mis vicios, el café y el té, puedo asegurar que soy un poco "especial".

Nunca me han gustado las mezclas raras de té (con vainilla, con sabor de frutas, etc...), no le hecho ni limón ni azucar. Me gusta uno de la marca Twinings, en especial el negro y el earl grey que tanto le gustaba a Jean-Luc Picard (a veces me acerco al microondas diciendo "tea, earl grey, hot!" esperando en vano que el replicador de alimentos me prepare uno).


Con el café me pasa lo mismo. Me gustan las cafeterias donde te venden directamente café y te lo muelen ellos mismos o te lo dan sin moler (tengo una Moulinex de hace más de 30 años que muele igual que el primer día), y lo único que me frena para usar la cafetera de toda la vida que se pone en la encimera es la vagancia de primera hora de la mañana. Lo que no soporto es el café de las típicas máquinas que ponen en las oficinas o en las estaciones de tren. Normalmente el agua sale demasiado caliente, el café sabe a posos y la mayoría de veces el mantenimiento (y por lo tanto, la higiene) brillan por su ausencia. Yo hace años era un adicto al café de la oficina, hasta el día que abrimos la máquina y encontramos un palmo de posos donde habían hecho hábitat una colonia de gusanos. Desde ese día no tomo un café si no veo cómo lo preparan. De hecho me aficióné al café Illy hace un año, una de las pocas cosas buenas que me aportó cierta pendeja de cuyo nombre no quiero acordarme.


Ahora que está de moda los cafés "de pastilla" y todo el mundo dice maravillas de ese sistema, nos han colocado una máquina Lavazza de prueba en la oficina, y me ha picado la curiosidad pese a ser una acérrimo defensor del estilo de café tradicional. Existe un problema bastante grave al menos en la que nos han puesto. El agua sale demasiado caliente, haciendo imposible tomarse el café nada más sacarlo. Si uno espera que el café se enfrie un poco para poder tomarlo, éste se posa y el café sabe peor. Así que toca escoger entre el menor de dos males: quemarse la lengua y tomar un café que roza lo decente o esperar y tomarse un café flojo y posado.


De momento no escojo ni uno ni otro porque he probado un par de cafés hoy y los dos me han resultado asquerosos. Prefiero quedarme con mi café de toda la vida.

En fin. Todo este rollo para contar que el café es sagrado.


5 comentarios:

Isi dijo...

Pues en esta mi empresa tienen maquinas de esas de las que hablas, pero como yo soy la súper secre, tengo una máquina súper chachi para hacer los cafés al jefe y a sus visitas y hace unos cafés de la leche!. Es más, me he aficionado al café por culpa de esta cafetera, la cual costó 600€, así que, como para que no te haga rico el café, vamos, por ese precio tendría que venir con el camarero incorporado.

Así que, quedas invitado a probar el café de mi jefe...jeje.

Besos obesos!

Illuminatus dijo...

Una auténtica machinina de espresso en Italia no bajaba de los 600 ni de coña. Cuando vuelva a tener empleo ahorraré para hacerme con una. La italiana de toda la vida (de poner al fuego, etc.) no funciona mal pero el espresso es otro nivel y yo soy un cafeinómano por adicción y por convicción.

Por cierto, ¿has probado el té verde japonés? En muchos sitios lo ponen como si fuera un aguachirle pero si está bien cargado (y amargo) es una maravilla. Ese y el Oolong.

B dijo...

No me gusta nada el café, mi recomendación es el té rojo con hielo!!

Vida Dospuntocero dijo...

El té me gusta pero el café lo adoro. Aunque soy tan raro y considero que es una herejía el té o el café con hielo...

¡AHHHHHHHHHH! ¡HEREJES!

Themila dijo...

El Té sobre todo y ante todo SIN azucar. MMmmmmmmmmh, que rico. Y el té paquistaní, con especias me encanta. O el Chai, un poco picante, con una gota de leche. Mmmmmmmmmh.
El café me pone ansiosa y angustiada y frenetica y malisisisima... Pero un cafélillo con leche bien calentito por la tarde, de tanto en cuanto (descafeinado pa mi, please) está bieeeeeeeen rico.