La primera vez que te ví nos odiamos a muerte en apenas segundos. Tú tenías que mantenerte en este trabajo, aunque habías entrado por enchufe, y yo estaba obligado a enseñarte, pese a las quejas a mi jefe directo sobre la poca gracia que me hacía.
La primera mañana que pasaste en la oficina ya querías irte. Decías que el trabajo era muy estresante y ni siquiera te había enseñado una décima parte de él.
La primera vez que discutimos no llevabas una semana trabajando. Eras una fierecilla malcriada que no le gustaba que le dijesen cómo se hacían las cosas. En el fondo tenías la sospecha que, como el resto de tus trabajos anteriores, durarías poco o nada, pero no te importaba en absoluto.
La primera vez que te di la cara por tí llevabas quince días trabajando. Habías sufrido un accidente que te obligaba a coger la baja un par de semanas y los jefes querían echarte. Pese a que no nos caíamos bien, me pareció algo injusto. Me planté delante de uno de los jefes y le ataqué donde más le dolía. Funcionó y no sólo le convencí sino que además le dijo a los otros dos jefes que ni se les ocurriese echarte. Cuando te enteraste, flipaste, pero ni siquiera me diste las gracias.
La primera vez que te dejé sin habla caminabamos juntos por casualidad camino de la parada del autobús. Tú me comentabas alguna tontería del trabajo y yo pasé de tí. Te enfadaste,y me gritaste que me estabas hablando. Yo te contesté que estabamos fuera del trabajo, que no quería saber nada y que no hacía falta que disimulases e intentases entablar conversaciones banales conmigo, que yo ni era simpatico ni agradable. Me llamaste borde y te dije que nadie era perfecto, pero que prefería ser un borde a una niñata malcriada.
La primera vez que hablamos sin gritarnos fue un día poco después de volver de la baja. Yo estaba escuchando al mediodía la banda sonora de Piratas del Caribe y tú me dijiste que te gustaba Hans Zimmer. Me chocó que te gustasen las bandas sonoras y estuvimos un rato hablando de compositores. Al día siguiente en tu mesa aparecieron una veintena de cds, ninguno de ellos los habías escuchado nunca. Te dije que los escuchases las veces que quisieras, que ya me los devolverías. Te quedaste otra vez sin habla.
La primera vez que me comí un broncazo por tí fué por culpa de tu faena. No te fijabas demasiado y no te importaba nada. Pero dije a mis jefes que había sido cosa mia y cuando me preguntaste por qué lo había hecho te contesté "¿Que clase de compañero sería si no puedo tapar a los demás? A mi no me dirán nada, pero vigila la próxima vez". Sólo quería que aprendieras y que te centraras. No entendía por qué apenas te interesaba mantener el puesto de trabajo, aunque eso te acarrearía un gran problema en casa porque tus padres te matarían.
La primera vez que te eché de menos fue cuando te fuiste de vacaciones por Navidad. Cuando regresaste, quedamos un viernes para darme un par de cosas que me habías traido de Italia. Me dijiste que me habías echado de menos, que te faltaban mis gruñidos , mis quejas y las broncas constantes que te metía. Empezaste a hablarme de tu vida y empecé a entender ciertas cosas y porqué eras como eras. Por un momento nos quedamos mirando sin hablarnos. Ahí empezó todo.
La primera vez que te evité fué después de Navidades. Yo sabía que me estaba metiendo en terreno peligroso y que acabaría mal, así que puse todo mi empeño en intentar mantener las distancias sin llegar a ser un borde. Tu no lo entendiste, y llegaste a enfadarte un par de veces. Pero como buena cabezota que eras, seguiste viniendo a mi lado.
La primera vez que comimos juntos habías descubierto un sitio barato cerca de la oficina. No era sucio, ni cutre, ni caro, y se comía bastante bien. Pese a mi reticencia no pude decir que no. Lo pasamos bien, hablamos un poco de nuestras vidas y me dí cuenta que no podía ni quería evitarte. A la mierda los buenos principios, a la mierda las buenas intenciones. Por una vez mi lado egoista triunfó.
La primera vez que te ví llorar fué un día comiendo donde siempre. Tu tenías un horario distinto al mío, por lo que ibas un poco más tarde y te sentabas en mi mesa cuando yo estaba tomando café. Había días que yo te esperaba y llegaba tarde a propósito para verte cinco o diez minutos más. Aquel día apenas habíamos hablado. Te pregunté que te pasaba y rompiste a llorar. Te cogí la mano y no dije palabra, sólo esperé a que te calmases. Me lo contaste y te dije que todo iba a salir bien, que no te preocupases y que yo estaría a tu lado siempre. Me preguntaste por qué era tan bueno contigo siempre si te habías portado mal conmigo. Te dije que los amigos estaban para lo bueno y para lo malo. Ese día me pediste que te acompañase en el autobus. Desde entonces cogimos siempre el autobus de vuelta.
La primera cita que tuve contigo fue una tarde, despues de salir de la oficina. Querías ir a una cabalgata/festival como cuando eras pequeña y recoger caramelos. Yo acepté y reconozco que lo pasé de fábula. Luego fuimos a cenar a un libané y se nos hicieron las tantas. Volví a casa con los zapatos pegajosos llenos de azucar y más feliz de lo que había sido nunca. Desde entonces, una vez por semana ibamos a tomar algo, de compras o lo que fuese. Me contabas tus planes futuros, tus ilusiones, y te interesaste al confesarte que yo quería ser escritor.
El primer regalo que te hice fué un libro. Las Leyendas de Becquer. Me habías comentado que te gustaba Tim Burton y sobre todo La Novia Cadaver. Yo te dije que no era nada nuevo, si es que no habías leido a Becquer. Me dijiste que no, y al día siguiente aparecí con el libro.. Lo leiste enterito ese mismo día y te encantó.
La primera señal que me diste que algo no iba bien fueron los comentarios e historias que me contaste un día sobre tu por aquel entonces pareja actual. Ambos erais muy celosos pero él además te trataba como si fueses un objeto. Tú por algún motivo le hacías caso en todo y no querías darte cuenta que él no te quería como es debido y que no te cuidaba. Me dijiste que un día me lo ibas a presentar y te dije que mejor que no, porque iba a ser sincero y tal vez eso no le gustase.
La primera vez que te ví ilusionada fue cuando empezaste a bailar danza oriental estilo bollywood. Tu no lo sabías, pero hace diez años que yo tuve una página en castellano sobre ese estilo de peliculas, y tenía cientos de cds y dvds del tema. Te pasé muchos, te regalé unos cuantos y te copié otros. Eras la envidia de la clase, tenías material que nadie tenía. Incluso te compré en Inglaterra el Singstars que había dedicado exclusivamente a ello. Tu risa y tu alegría era mi droga, y veía en tus ojos que por momentos eras feliz cuando estabas conmigo.
La primera vez que ví a tus padres estaba muerto de miedo. Me habias convencido para que te acompañase a la academia pero curiosamente te habias olvidado la bolsa de baile en casa. Tus padres llevaban varios meses alucinando porque habías cambiado mucho. Seguías siendo una rebelde pero ahora tenias ideas muy distintas sobre muchas cosas, te empezaba a importar el trabajo y no parabas de hablar de mí en tu casa. Yo no sabía que hacer porque jamás he sido muy social con las personas "normales", no tengo pinta del noviete/ligue estandar tuyo y pensaba que tus padres se llevarían una decepción. Todo lo contrario. Tus padres estaban encantados conmigo y desde entonces tu madre no paraba de decirte que enviases a la mierda a tu novio y que salieses conmigo. Nosotros bromeábamos y me dijiste en muchas ocasiones que yo sería tu amante. Me cogias de la mano, me hacías pucheros y carotas, pero jamás discutíamos seriamente. Además reconocías que yo solía tener razón cuando te pegaba la bronca y no toleraba conportamientos infantiles ni rabietas. Era sincero y tu eso lo valorabas más que nada. Sabías que jamás te mentiría, y hasta la fecha he cumplido mi palabra.
La primera vez que te avergonzaste fue un día en una tienda. Estabas buscando una tela para un traje que querías hacer. Pero ni tu madre ni tú teníais demasiada idea de coser , así que convencí a mi madre para que lo hiciese ella. La vendedora nos pilló a los dos discutiendo sobre el tipo de tela y que si mi madre necesitaría varios metros. Ella te djo que tuvieses contenta a la suegra y que tu novio tenía buen gusto. Te pusiste roja como un tomate y le dijiste en voz baja que no era tu novio, que era un compañero de trabajo. Ni corta ni perezosa la vendedora te dijo que mucho mejor, porque así podías verme a todas horas del día. Yo te dije que hicieses caso a la señora y tu te pusiste más roja. Luego en una cafetería me confesaste lo avergonzada que estabas y yo me reí
como no me había reido nunca.
La primera vez que me llamaste de madrugada estabas borracha. Normalmente los viernes por la noche cenabas con tus padres y acababas bebiéndote una botella de whisky con tu padre. Me dijiste que me querías mucho y que no sabías por que , pero estando a mi lado eras feliz. Me dijiste que no sabías realmente que era yo para tí, si un amigo o algo más, pero que me querías. Estuve más de dos horas al teléfono hasta que te dormiste. Otro en mi lugar se hubiese aprovechado de la situación. Yo como soy bueno o gilipollas (según se vea) aguanté el chaparron. El lunes siguiente al verme estabas muerta de vergüenza. Yo aparenté no darle importancia, sólo te metí una reprimenda por emborracharte. Pero en el fondo me dejaste turbado. Porque cada días que pasaba a tu lado crecía mi cariño hacia . Y el tuyo hacia mí también. Lo veía en los comentarios, en las excusas de quinceañera, en las peticiones tontas de acompañarte...
La primera vez que te dormiste a mi lado fué en el autobus. Llevabas días sin apenas dormir, intranquila y con nervios. Lo estabas pasando mal, con tu familia y con tu novio. Nadie te entendía, nadie excepto yo. Llorabas a escondidas en el lavabo, en el ascensor, al salir de la oficina... Me gritabas que no eras más que un trozo de carne, que nadie te entendía. Yo me quedaba callado a tu lado, a veces te abrazabas y llorabas. Aquel día estabas tan cansada que apenas podías caminar, pero te negaste a que te acompañase a casa. En el autobus cerraste los ojos y murmuraste que te avisase cuando fuese tu parada. Apoyaste la cabeza en mi pecho y del agotamiento te dormiste al momento. Parecías un angel.
La primera vez que me preocupaste fue cuando te dió un ataque enmedio de la oficina. Tenías alergia agravada por la humedad y un gripazo, y se te cerraron los pulmones. Corrí a buscarte el espray y metí la mano en tu boca para obligarte a que pudieses respirar. Nadie en la oficina movió un dedo por tí, pero yo me quedé contigo en la salita de entrada más de una hora. Estabas estirada en el sofá tapada con dos chaquetas. Puse la calefacción y me pasé todo el rato a tu lado, cogiéndote la mano. Quise llevarte al hospital pero te negaste en rotundo, aunque te convencí y te metí en un taxi a casa (no quisiste que te acompañase). Le dije al jefe que te habías ido y que no volverías hasta que no estuvieses recuperada, que no había discusión posible. Te llamé todos los días durante esa semana, pero no querías que te fuese a ver. No te gustaba que te viesen en tu faceta de debilidad, pero me diste las gracias por haber estado a tu lado.
La primera vez que te dije que te quería fué cuando me dijiste que ibas a dejar a tu novio. Te dije que yo siempre había sido sincero contigo y que tenías que saber que me gustabas, que todos estos meses me había dado cuenta que no sólo tú habias cambiado, yo también había cambiado mucho. Me había vuelto más sociable, mas abierto, más tolerante. Ya no era un friki borde, un ogro sin corazón. Me habías devuelto la ilusión por vivir. Obviamente no esperaba una respuesta positiva pero que tenías que saberlo y que, fuese cual fuese tu decisión, yo estaría atu lado siempre que me necesitases. Me dijiste que eras especial, que juntos nos mataríamos, pero que lo pensarías.
Lamentablemente ya no hay más primera vez. Han ocurrido demasiadas cosas y has acabado renunciando a todo lo que habías conseguido este último año. Tu estabilidad, tus valores, tu sentido de las cosas, tu alegría... lo has cambiado todo por una falsa burbuja de protección donde no te importa ya nada. Ya no hablamos más salvo pequeñas frases debido al trabajo. Intentaste recuperar parte del pasado acercándote a mi con creyendo que no había pasado nada, pero olvidaste que no sólo me heriste de amor, sinó que envenenaste mi alma, retorciste mi alegría y me escupiste en la cara mientras pretendías no hacerlo. Aún siendo amigos y no amantes, jugaste con mi amistad y la retorciste, queriendo luego recuperarla cuando el daño ya estaba hecho. Me has roto por dentro, tengo los nervios destrozados y las ilusiones muertas.
Y aún tuve un último momento de lucidez y sinceridad. Te dije que no quería saber nada más de tí, que habías demostrado ser una niña malcriada y egoista pese a la infinidad sacrificios y las cientos de veces que luché por demostrar lo contrario y por hacer de tí mejor persona. Pero ni entonces lo entendiste. Me dijiste que no te enfadabas, que agradecías todo lo que había hecho por tí y cómo había estado siempre a tu lado. Aunque desde el principio sabía que no podía salir bien, continué al ver algunas señales de esperanza, al contemplar que una parte de tí me quería y no sabía decidir que hacer.
Es la primera vez que escribo algo así sobre alguien. No me pregunteis porqué. Tal vez sea para desfogarme, para quitarme de encima el agobio que llevo pese a llevar varios días de vacaciones. Algunos me conoceis lo suficiente y sabeis la respuesta. Direis que me olvide de ella, que ahora lo veo todo negro, que el tiempo lo cura todo, que no ha hecho mas que joderme la vida, que no se merece alguien como yo o que no me merezco alguien como ella. No sabéis como agradezco los animos que me dais a diario, algunos en persona, otros por correos que he recibido o por teléfono.
Pese a todo, no puedo evitar seguir pensando que la quiero. Porque eres la persona que más he querido en mi vida. La luz que me ilumina y la llama que me consume.
La primera mañana que pasaste en la oficina ya querías irte. Decías que el trabajo era muy estresante y ni siquiera te había enseñado una décima parte de él.
La primera vez que discutimos no llevabas una semana trabajando. Eras una fierecilla malcriada que no le gustaba que le dijesen cómo se hacían las cosas. En el fondo tenías la sospecha que, como el resto de tus trabajos anteriores, durarías poco o nada, pero no te importaba en absoluto.
La primera vez que te di la cara por tí llevabas quince días trabajando. Habías sufrido un accidente que te obligaba a coger la baja un par de semanas y los jefes querían echarte. Pese a que no nos caíamos bien, me pareció algo injusto. Me planté delante de uno de los jefes y le ataqué donde más le dolía. Funcionó y no sólo le convencí sino que además le dijo a los otros dos jefes que ni se les ocurriese echarte. Cuando te enteraste, flipaste, pero ni siquiera me diste las gracias.
La primera vez que te dejé sin habla caminabamos juntos por casualidad camino de la parada del autobús. Tú me comentabas alguna tontería del trabajo y yo pasé de tí. Te enfadaste,y me gritaste que me estabas hablando. Yo te contesté que estabamos fuera del trabajo, que no quería saber nada y que no hacía falta que disimulases e intentases entablar conversaciones banales conmigo, que yo ni era simpatico ni agradable. Me llamaste borde y te dije que nadie era perfecto, pero que prefería ser un borde a una niñata malcriada.
La primera vez que hablamos sin gritarnos fue un día poco después de volver de la baja. Yo estaba escuchando al mediodía la banda sonora de Piratas del Caribe y tú me dijiste que te gustaba Hans Zimmer. Me chocó que te gustasen las bandas sonoras y estuvimos un rato hablando de compositores. Al día siguiente en tu mesa aparecieron una veintena de cds, ninguno de ellos los habías escuchado nunca. Te dije que los escuchases las veces que quisieras, que ya me los devolverías. Te quedaste otra vez sin habla.
La primera vez que me comí un broncazo por tí fué por culpa de tu faena. No te fijabas demasiado y no te importaba nada. Pero dije a mis jefes que había sido cosa mia y cuando me preguntaste por qué lo había hecho te contesté "¿Que clase de compañero sería si no puedo tapar a los demás? A mi no me dirán nada, pero vigila la próxima vez". Sólo quería que aprendieras y que te centraras. No entendía por qué apenas te interesaba mantener el puesto de trabajo, aunque eso te acarrearía un gran problema en casa porque tus padres te matarían.
La primera vez que te eché de menos fue cuando te fuiste de vacaciones por Navidad. Cuando regresaste, quedamos un viernes para darme un par de cosas que me habías traido de Italia. Me dijiste que me habías echado de menos, que te faltaban mis gruñidos , mis quejas y las broncas constantes que te metía. Empezaste a hablarme de tu vida y empecé a entender ciertas cosas y porqué eras como eras. Por un momento nos quedamos mirando sin hablarnos. Ahí empezó todo.
La primera vez que te evité fué después de Navidades. Yo sabía que me estaba metiendo en terreno peligroso y que acabaría mal, así que puse todo mi empeño en intentar mantener las distancias sin llegar a ser un borde. Tu no lo entendiste, y llegaste a enfadarte un par de veces. Pero como buena cabezota que eras, seguiste viniendo a mi lado.
La primera vez que comimos juntos habías descubierto un sitio barato cerca de la oficina. No era sucio, ni cutre, ni caro, y se comía bastante bien. Pese a mi reticencia no pude decir que no. Lo pasamos bien, hablamos un poco de nuestras vidas y me dí cuenta que no podía ni quería evitarte. A la mierda los buenos principios, a la mierda las buenas intenciones. Por una vez mi lado egoista triunfó.
La primera vez que te ví llorar fué un día comiendo donde siempre. Tu tenías un horario distinto al mío, por lo que ibas un poco más tarde y te sentabas en mi mesa cuando yo estaba tomando café. Había días que yo te esperaba y llegaba tarde a propósito para verte cinco o diez minutos más. Aquel día apenas habíamos hablado. Te pregunté que te pasaba y rompiste a llorar. Te cogí la mano y no dije palabra, sólo esperé a que te calmases. Me lo contaste y te dije que todo iba a salir bien, que no te preocupases y que yo estaría a tu lado siempre. Me preguntaste por qué era tan bueno contigo siempre si te habías portado mal conmigo. Te dije que los amigos estaban para lo bueno y para lo malo. Ese día me pediste que te acompañase en el autobus. Desde entonces cogimos siempre el autobus de vuelta.
La primera cita que tuve contigo fue una tarde, despues de salir de la oficina. Querías ir a una cabalgata/festival como cuando eras pequeña y recoger caramelos. Yo acepté y reconozco que lo pasé de fábula. Luego fuimos a cenar a un libané y se nos hicieron las tantas. Volví a casa con los zapatos pegajosos llenos de azucar y más feliz de lo que había sido nunca. Desde entonces, una vez por semana ibamos a tomar algo, de compras o lo que fuese. Me contabas tus planes futuros, tus ilusiones, y te interesaste al confesarte que yo quería ser escritor.
El primer regalo que te hice fué un libro. Las Leyendas de Becquer. Me habías comentado que te gustaba Tim Burton y sobre todo La Novia Cadaver. Yo te dije que no era nada nuevo, si es que no habías leido a Becquer. Me dijiste que no, y al día siguiente aparecí con el libro.. Lo leiste enterito ese mismo día y te encantó.
La primera señal que me diste que algo no iba bien fueron los comentarios e historias que me contaste un día sobre tu por aquel entonces pareja actual. Ambos erais muy celosos pero él además te trataba como si fueses un objeto. Tú por algún motivo le hacías caso en todo y no querías darte cuenta que él no te quería como es debido y que no te cuidaba. Me dijiste que un día me lo ibas a presentar y te dije que mejor que no, porque iba a ser sincero y tal vez eso no le gustase.
La primera vez que te ví ilusionada fue cuando empezaste a bailar danza oriental estilo bollywood. Tu no lo sabías, pero hace diez años que yo tuve una página en castellano sobre ese estilo de peliculas, y tenía cientos de cds y dvds del tema. Te pasé muchos, te regalé unos cuantos y te copié otros. Eras la envidia de la clase, tenías material que nadie tenía. Incluso te compré en Inglaterra el Singstars que había dedicado exclusivamente a ello. Tu risa y tu alegría era mi droga, y veía en tus ojos que por momentos eras feliz cuando estabas conmigo.
La primera vez que ví a tus padres estaba muerto de miedo. Me habias convencido para que te acompañase a la academia pero curiosamente te habias olvidado la bolsa de baile en casa. Tus padres llevaban varios meses alucinando porque habías cambiado mucho. Seguías siendo una rebelde pero ahora tenias ideas muy distintas sobre muchas cosas, te empezaba a importar el trabajo y no parabas de hablar de mí en tu casa. Yo no sabía que hacer porque jamás he sido muy social con las personas "normales", no tengo pinta del noviete/ligue estandar tuyo y pensaba que tus padres se llevarían una decepción. Todo lo contrario. Tus padres estaban encantados conmigo y desde entonces tu madre no paraba de decirte que enviases a la mierda a tu novio y que salieses conmigo. Nosotros bromeábamos y me dijiste en muchas ocasiones que yo sería tu amante. Me cogias de la mano, me hacías pucheros y carotas, pero jamás discutíamos seriamente. Además reconocías que yo solía tener razón cuando te pegaba la bronca y no toleraba conportamientos infantiles ni rabietas. Era sincero y tu eso lo valorabas más que nada. Sabías que jamás te mentiría, y hasta la fecha he cumplido mi palabra.
La primera vez que te avergonzaste fue un día en una tienda. Estabas buscando una tela para un traje que querías hacer. Pero ni tu madre ni tú teníais demasiada idea de coser , así que convencí a mi madre para que lo hiciese ella. La vendedora nos pilló a los dos discutiendo sobre el tipo de tela y que si mi madre necesitaría varios metros. Ella te djo que tuvieses contenta a la suegra y que tu novio tenía buen gusto. Te pusiste roja como un tomate y le dijiste en voz baja que no era tu novio, que era un compañero de trabajo. Ni corta ni perezosa la vendedora te dijo que mucho mejor, porque así podías verme a todas horas del día. Yo te dije que hicieses caso a la señora y tu te pusiste más roja. Luego en una cafetería me confesaste lo avergonzada que estabas y yo me reí
como no me había reido nunca.
La primera vez que me llamaste de madrugada estabas borracha. Normalmente los viernes por la noche cenabas con tus padres y acababas bebiéndote una botella de whisky con tu padre. Me dijiste que me querías mucho y que no sabías por que , pero estando a mi lado eras feliz. Me dijiste que no sabías realmente que era yo para tí, si un amigo o algo más, pero que me querías. Estuve más de dos horas al teléfono hasta que te dormiste. Otro en mi lugar se hubiese aprovechado de la situación. Yo como soy bueno o gilipollas (según se vea) aguanté el chaparron. El lunes siguiente al verme estabas muerta de vergüenza. Yo aparenté no darle importancia, sólo te metí una reprimenda por emborracharte. Pero en el fondo me dejaste turbado. Porque cada días que pasaba a tu lado crecía mi cariño hacia . Y el tuyo hacia mí también. Lo veía en los comentarios, en las excusas de quinceañera, en las peticiones tontas de acompañarte...
La primera vez que te dormiste a mi lado fué en el autobus. Llevabas días sin apenas dormir, intranquila y con nervios. Lo estabas pasando mal, con tu familia y con tu novio. Nadie te entendía, nadie excepto yo. Llorabas a escondidas en el lavabo, en el ascensor, al salir de la oficina... Me gritabas que no eras más que un trozo de carne, que nadie te entendía. Yo me quedaba callado a tu lado, a veces te abrazabas y llorabas. Aquel día estabas tan cansada que apenas podías caminar, pero te negaste a que te acompañase a casa. En el autobus cerraste los ojos y murmuraste que te avisase cuando fuese tu parada. Apoyaste la cabeza en mi pecho y del agotamiento te dormiste al momento. Parecías un angel.
La primera vez que me preocupaste fue cuando te dió un ataque enmedio de la oficina. Tenías alergia agravada por la humedad y un gripazo, y se te cerraron los pulmones. Corrí a buscarte el espray y metí la mano en tu boca para obligarte a que pudieses respirar. Nadie en la oficina movió un dedo por tí, pero yo me quedé contigo en la salita de entrada más de una hora. Estabas estirada en el sofá tapada con dos chaquetas. Puse la calefacción y me pasé todo el rato a tu lado, cogiéndote la mano. Quise llevarte al hospital pero te negaste en rotundo, aunque te convencí y te metí en un taxi a casa (no quisiste que te acompañase). Le dije al jefe que te habías ido y que no volverías hasta que no estuvieses recuperada, que no había discusión posible. Te llamé todos los días durante esa semana, pero no querías que te fuese a ver. No te gustaba que te viesen en tu faceta de debilidad, pero me diste las gracias por haber estado a tu lado.
La primera vez que te dije que te quería fué cuando me dijiste que ibas a dejar a tu novio. Te dije que yo siempre había sido sincero contigo y que tenías que saber que me gustabas, que todos estos meses me había dado cuenta que no sólo tú habias cambiado, yo también había cambiado mucho. Me había vuelto más sociable, mas abierto, más tolerante. Ya no era un friki borde, un ogro sin corazón. Me habías devuelto la ilusión por vivir. Obviamente no esperaba una respuesta positiva pero que tenías que saberlo y que, fuese cual fuese tu decisión, yo estaría atu lado siempre que me necesitases. Me dijiste que eras especial, que juntos nos mataríamos, pero que lo pensarías.
Lamentablemente ya no hay más primera vez. Han ocurrido demasiadas cosas y has acabado renunciando a todo lo que habías conseguido este último año. Tu estabilidad, tus valores, tu sentido de las cosas, tu alegría... lo has cambiado todo por una falsa burbuja de protección donde no te importa ya nada. Ya no hablamos más salvo pequeñas frases debido al trabajo. Intentaste recuperar parte del pasado acercándote a mi con creyendo que no había pasado nada, pero olvidaste que no sólo me heriste de amor, sinó que envenenaste mi alma, retorciste mi alegría y me escupiste en la cara mientras pretendías no hacerlo. Aún siendo amigos y no amantes, jugaste con mi amistad y la retorciste, queriendo luego recuperarla cuando el daño ya estaba hecho. Me has roto por dentro, tengo los nervios destrozados y las ilusiones muertas.
Y aún tuve un último momento de lucidez y sinceridad. Te dije que no quería saber nada más de tí, que habías demostrado ser una niña malcriada y egoista pese a la infinidad sacrificios y las cientos de veces que luché por demostrar lo contrario y por hacer de tí mejor persona. Pero ni entonces lo entendiste. Me dijiste que no te enfadabas, que agradecías todo lo que había hecho por tí y cómo había estado siempre a tu lado. Aunque desde el principio sabía que no podía salir bien, continué al ver algunas señales de esperanza, al contemplar que una parte de tí me quería y no sabía decidir que hacer.
Es la primera vez que escribo algo así sobre alguien. No me pregunteis porqué. Tal vez sea para desfogarme, para quitarme de encima el agobio que llevo pese a llevar varios días de vacaciones. Algunos me conoceis lo suficiente y sabeis la respuesta. Direis que me olvide de ella, que ahora lo veo todo negro, que el tiempo lo cura todo, que no ha hecho mas que joderme la vida, que no se merece alguien como yo o que no me merezco alguien como ella. No sabéis como agradezco los animos que me dais a diario, algunos en persona, otros por correos que he recibido o por teléfono.
Pese a todo, no puedo evitar seguir pensando que la quiero. Porque eres la persona que más he querido en mi vida. La luz que me ilumina y la llama que me consume.
5 comentarios:
A veces no se puede evitar querer a alguien de esa manera. Es un asco, pero a veces pasa. Lo mejor, lo mejor de todo, es que un día te levantas y ya no duele tanto. Y al sigiente te acuerdas un poco menos. Y al otro menos, y...
Qué preciosísima canción.
Ay, corazón!!
A veces queremos a quien menos lo merece...aunque ahora lo veas todo negro, que es normal, verás como se pasa, que es un topicazo porque es verdad, que el tiempo lo cura todo...
Mil besos
No hay mal que cien años dure. Que verdad tan grande, pero, y mientras pasan...lo pasas fatal, te sientes vacio, triste...
Ánimo y adelante, la vida sigue.
Besos animosos
Se tarda pero uno aprende también que para rendirse y dejar ir las cosas hace falta valor.
La carne de gallina.
Por otro lado, jamás nadie se ha ganado a otra persona preocupándose por ella y cuidándola. Y no digo más porque sería demasiado duro y no hay confianza para ello.
En todo caso lo que no te mata te hace más fuerte.
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