Trabajo en una oficina bastante especial. Tenemos tres jefes, uno que no pinta nada (y que sólo cobra), otro que es un borracho reconocido (menos por él) y un tercero que es un neurótico (que es el único importante porque es quien hace las nóminas). Cada año por estas fechas se les ocurre demostrar lo bien que nos llevamos todos los distintos departamentos, y cómo disfrutamos estas fiestas como si fueramos una familia bien avenida. Pero no somos una familia bien avenida, todo lo contrario. Como en cualquier buena oficina, hay conspiraciones, rumores, odios que llevan años latentes, envidias, y mucho pero que mucho peloteo. Realmente un post sobre este ecosistema social es una tarea ardua y que puede extenderse hasta el infinito, pero prometo ir comentando de vez en cuando anécdotas.
Volviendo al tema, como cada año tenemos lo que hemos denominado paripé navideño, es decir un pequeño aperitivo para justificar que en vez de darnos fiesta el dia 24 (porque realmente no se trabaja), podemos reunirnos todos. La idea en principio no es mala, pero reunir a 50 personas que se odian en la misma sala, llena de objetos punzantes y mucho alcohol no es lo mejor para empezar las fiestas. Siempre hay el típico gracioso de turno que aprovecha para soltar un comentario cuando menos debe, o siempre hay los tipicos lameculos que no paran de decirle a los jefes que el vino es buenísimo o que el jamón es excelente (aunque lo hayan comprado en el DIA).
Pero lo peor (o mejor según se vea) de todo es El Sorteo. Porque sí, como acto magnánimo de buena fe hacia los pobres empleados sacrificados, nuestros jefes nos obsequian con un sorteo de varios regalos entre los pobres mortales que asisten al acto. En un principio parecerá algo bonito y generoso, pero en realidad es una farsa orquestada ya que lo que regalan son los regalos cutres que les han hecho a los jefes algunos clientes. Boligrafos de promoción, agendas, relojes, incluso he llegado a ver algún año un muñeco de porcelana de un Todo a Cien más cutre que los regalos que dan en el chino donde suelo cenar. Lo mejor de todo es ver cómo, cada vez que un compañero agraciado abre un paquete perfectamente envuelto, un coro de borregos grita "Ooh.","Bravo, bravo" o "¡Que lo enseñe!". El año pasado les pedí por favor que no incluyesen mi nombre en la lista para el sorteo, cosa que obviamente no hicieron. Cuando oí mi nombre recogí el paquete lo más educadamente que pude, me largué del lugar y dejé el regalo encima del mostrador de la entrada para que lo cogiese el primer tonto que quisiese.
Mañana toca paripé y yo no estoy de humor para aguantar tonterías. Sólo le pido a Diós que me de paciencia, porque si me da fuerzas, la lio, lo que daría pié a un post bastante interesante.
A todos los que (sobre)vivís en este pequeño punto azul lleno de borregos, os deseo una feliz Navidad.
Volviendo al tema, como cada año tenemos lo que hemos denominado paripé navideño, es decir un pequeño aperitivo para justificar que en vez de darnos fiesta el dia 24 (porque realmente no se trabaja), podemos reunirnos todos. La idea en principio no es mala, pero reunir a 50 personas que se odian en la misma sala, llena de objetos punzantes y mucho alcohol no es lo mejor para empezar las fiestas. Siempre hay el típico gracioso de turno que aprovecha para soltar un comentario cuando menos debe, o siempre hay los tipicos lameculos que no paran de decirle a los jefes que el vino es buenísimo o que el jamón es excelente (aunque lo hayan comprado en el DIA).
Pero lo peor (o mejor según se vea) de todo es El Sorteo. Porque sí, como acto magnánimo de buena fe hacia los pobres empleados sacrificados, nuestros jefes nos obsequian con un sorteo de varios regalos entre los pobres mortales que asisten al acto. En un principio parecerá algo bonito y generoso, pero en realidad es una farsa orquestada ya que lo que regalan son los regalos cutres que les han hecho a los jefes algunos clientes. Boligrafos de promoción, agendas, relojes, incluso he llegado a ver algún año un muñeco de porcelana de un Todo a Cien más cutre que los regalos que dan en el chino donde suelo cenar. Lo mejor de todo es ver cómo, cada vez que un compañero agraciado abre un paquete perfectamente envuelto, un coro de borregos grita "Ooh.","Bravo, bravo" o "¡Que lo enseñe!". El año pasado les pedí por favor que no incluyesen mi nombre en la lista para el sorteo, cosa que obviamente no hicieron. Cuando oí mi nombre recogí el paquete lo más educadamente que pude, me largué del lugar y dejé el regalo encima del mostrador de la entrada para que lo cogiese el primer tonto que quisiese.
Mañana toca paripé y yo no estoy de humor para aguantar tonterías. Sólo le pido a Diós que me de paciencia, porque si me da fuerzas, la lio, lo que daría pié a un post bastante interesante.
A todos los que (sobre)vivís en este pequeño punto azul lleno de borregos, os deseo una feliz Navidad.
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