viernes, 30 de octubre de 2009

Mi odio hacia Halloween


Pues si, parece ser que mi Lista Infinita y Pedante de Cosas Odiadas (LIPCO) acaba de extenderse con un nuevo odio hacia una celebración cada vez más popular: Halloween. Obviamente no me refiero a ponerse una careta de capitan Kirk pintada de blanco y salir a matar transeuntes, sinó a la fiesta importada de los EEUU, importada a su vez de Irlanda y con orígenes celtas. No es que servidor sea un cruzado acérrimo a las tradiciones autóctonas (jamás me vereis bailar sardanas) pero de la noche a la mañana, los últimos dos o tres años, nos han bombardeado con esta fiestecilla.

Vale, cualquier excusa es buena para montar fiesta, y yo me acuerdo de mis años mozos que en algunas discotecas y bares montaban una Halloween-party. Luego Port Aventura puso de moda las noches de Halloween durante varios días al año y ahora hasta el portero de mi finca quiere celebrar una. Está de moda. Mi pedante hermana mayor (y si, tengo una hermana) me contaba esta tarde que el año pasado aparecieron varios grupos de niños del pueblo donde vive pidiendo "truco o trato" y ella decidió espantarlos amenazándolos con el atizador de la chimenea por perturbar la paz de su casa superpija (poco usual pero efectivo).

Aunque personalmente pienso que cada uno en su casa ha de hacer lo que le salga de los khiladis, me molesta que nos bombardeen. En las escuelas hay niños vaciando calabazas (mis dos sobrinas lo han hecho), hay montones de anuncios de fiesta, tiendas engalonadas, etc.... Por esa regla de tres no veo nada raro que el día menos pensado estemos festejando a Itzamná, celebremos el Diwali o cualquier otra chorrada. A ver si se inventa alguien una fiesta en que un dia al año (preferiblemente enero) tenga que ir todo dios desnudo, a ver que les parece...

Por suerte mientras los demas esten calabazeando yo mañana estaré desfaciendo entuertos en Mesilar, porque empezamos nueva campaña (de rol)

Y para atestiguar que no soy el único al que no le gusta Halloween, os dejo un fragmento de los geniales Stephen Fry y Hugh Laurie. Y si, soy pedante y a veces incluso arribista, pero al menos lo reconozco.


miércoles, 21 de octubre de 2009

The Piano Man y las pijas descerebradas

La mayoría de niños de hoy en día ni tiene ni idea de lo que es la música. Acostumbrados a esas cadenas principales que sólo ponen lobas, bisbaladas y los artístas "del momento", se han olvidado de lo que signigica la palabra músico. es muy fácil poner una pegatina que indique #1 y la gnte muchas veces tiende a creérselo. Sin desmerecer el talento musical de algunos, muchas veces se encuentran casos de gente que lleva más de diez años en el mundillo pero resulta que se han hecho famosos por la canción de tal anuncio, y de la noche a la mañana aparecen fans de debajo de las piedras. Pero creo que me estoy desviando del tema, para variar....



Anoche y tras varios años de audiencia en los escenarios de nuestro país, Elton John demostró que a sus 60 años sigue siendo un músico extraordinario. Dejando de lado el montaje audiovisual espectacular y que incluía a Justin Timberlake haciendo de Elton John joven, durante las dos horas que duró el concierto no hubo un segundo que el Palau St Jordi dejase de vibrar. Una tras otra sonaban los clásicos que le inmortalizaron. Bennie and the Jets, Rocket Man, Daniel , Someone save my life tonight (incluida un guiño cómico con el intento de suicidio de Elton John en los años 60, el famoso incidente del cojín y el horno), Candle in the wind, Don't let the sun go down on me (con una fabulosa performance), Sorry seems to be the hardest word, Goodbye bellow brick road, Pinball Wizard (homenajeando a Tommy), I'm still standing, y por supuesto, Your Song, como cierre. Entre canción y canción no dejó un segundo de pasearse por todo el escenario dando las gracias un millón de veces al público que no paró en toda la noche de vitorearlo.

Hasta aquí bien. Solo hubo un detalle que realmente me molestó...
Las niñatas pijas...

La media de edad de los presentes era de unos cincuenta años, gran parte de ellos fans incondicionales desde el inicio de su carrera. Era lógico. Pero siempre que ocurre un evento de estos aparecen ellas.

Y si, por mucho que parezca no es una afirmación machista, es un simple analisis realizado después de presenciar unos cuantos conciertos. Suelen tener entre veinte y veinticinco años, estudiantes la mayoría de ellas, aunque alguna ha empezado a currar donde el papa(si le pueden llamar currar a eso). Cuando van solas van en grupos de tres a cinco individuos, aunque suelen preferir arrastar a las parejas que lo único que quieren es estar viendo el fútbol (porque ayer había y yo juro haber visto gente con auriculares puestos en más de un concierto) en vez de gastarse cincuenta euros en ver a alguien que la mayoría de veces desconocen quien es. Las susodichas individuas, las pijas descerebradas, hablan un lenguaje que los demás mortales desconocemos, conocido por los linguistas como Osea. Hablan con un tono superior en decibelios al que el oido humano puede soportar y repiten una y otra vez la misma frase, Oseaaversitocanmicancionladelanuncioquestopeguiaosea, en todas sus variaciones. Se las dan de enteradas para que todo el mundo se entere de lo poco que saben, alguna incluso llega a reconocer que ha comprado la entrada al verla anunciada y no por conocimiento musical.

Anoche me tocó soportar media docena de estos especímenes, las tenía justo detrás de nuestros asientos, y de no ser por mi hermano que tiene más paciencia que un santo me hubiese girado para decirles unas cuantas palabras. Por suerte se callaron al enterarse que su equipo favorito de futbol perdia (Crom es justo y se venga) antes que pudiese usar todo mi vocabulario de sinónimos malsonantes.

Lo malo es que es un fenómeno que no se da sólo en los conciertos. En el cine también sucede. Sobre todo en los que están fuera del circuito comercial. Durante unos años iba muchas veces a un par de cines de Barcelona donde daban peliculas de todo tipo, alternativas, antiguas, seleccion de festivales...la gran mayoría en versión original. El deporte favorito de esos esperpentos era al salir de la "uni"irse a tomar algo y ponerse en la cola de cualquiera de las películas que diesen. Juro por Crom que he llegado a oir en esa cola frases del tipo

-¿Que peli vemos hoy? -Es igual, cualquiera que seguro que son todas buenas

Claro que luego pillan algo de Byambasuren Davaa o de Takeshi Mike y se mueren. Lo malo es que a la semana siguiente volvían. Durante ese tiempo y cual buen psicópata (papa Lecter estaría orgulloso) logré identificar a varios grupos distintos de individu@s, y procuraba sentarme bien lejos de donde se pusieran, por si me entraban las neuras homicidas y ocurria un pijacidio.
Toda esta perorata para contaros que fui ayer a ver a Elton John, que moló mil (pese a los vecinos) y que no ha perdido nada pero que nada de talento. Por suerte fué una noche espectacular.




lunes, 5 de octubre de 2009

El menor de dos males

Ese es el dilema que se me ha planteado esta mañana con la cafetera nueva de la oficina. Hay muy pocas cosas en esta vida en la que me considero un gourmet, pero en dos de mis vicios, el café y el té, puedo asegurar que soy un poco "especial".

Nunca me han gustado las mezclas raras de té (con vainilla, con sabor de frutas, etc...), no le hecho ni limón ni azucar. Me gusta uno de la marca Twinings, en especial el negro y el earl grey que tanto le gustaba a Jean-Luc Picard (a veces me acerco al microondas diciendo "tea, earl grey, hot!" esperando en vano que el replicador de alimentos me prepare uno).


Con el café me pasa lo mismo. Me gustan las cafeterias donde te venden directamente café y te lo muelen ellos mismos o te lo dan sin moler (tengo una Moulinex de hace más de 30 años que muele igual que el primer día), y lo único que me frena para usar la cafetera de toda la vida que se pone en la encimera es la vagancia de primera hora de la mañana. Lo que no soporto es el café de las típicas máquinas que ponen en las oficinas o en las estaciones de tren. Normalmente el agua sale demasiado caliente, el café sabe a posos y la mayoría de veces el mantenimiento (y por lo tanto, la higiene) brillan por su ausencia. Yo hace años era un adicto al café de la oficina, hasta el día que abrimos la máquina y encontramos un palmo de posos donde habían hecho hábitat una colonia de gusanos. Desde ese día no tomo un café si no veo cómo lo preparan. De hecho me aficióné al café Illy hace un año, una de las pocas cosas buenas que me aportó cierta pendeja de cuyo nombre no quiero acordarme.


Ahora que está de moda los cafés "de pastilla" y todo el mundo dice maravillas de ese sistema, nos han colocado una máquina Lavazza de prueba en la oficina, y me ha picado la curiosidad pese a ser una acérrimo defensor del estilo de café tradicional. Existe un problema bastante grave al menos en la que nos han puesto. El agua sale demasiado caliente, haciendo imposible tomarse el café nada más sacarlo. Si uno espera que el café se enfrie un poco para poder tomarlo, éste se posa y el café sabe peor. Así que toca escoger entre el menor de dos males: quemarse la lengua y tomar un café que roza lo decente o esperar y tomarse un café flojo y posado.


De momento no escojo ni uno ni otro porque he probado un par de cafés hoy y los dos me han resultado asquerosos. Prefiero quedarme con mi café de toda la vida.

En fin. Todo este rollo para contar que el café es sagrado.